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Los sueños no tienen control remoto

 A Jorge Julio López, desaparecido por segunda vez el 18 de septiembre de 2006.

Alguien en algún programa preguntó a cámara, directamente a los ojos: ¿Dónde está Coki?. Me sorprendió, conmovido, la pregunta. Sentí como un hormigueo inicial, una fuerte contorsión y una patada que movió en mí un sentimiento que hacía tiempo había dejado de ensayar. Es así de raro cómo recuperé, en un segundo, mi memoria histórica. Me pasó un par de veces antes, como con la tapa de Barcelona del 4 de junio de 2010: “Los grandes ausentes también alientan a la selección en el mundial de Sudáfrica”. Aparecían Cambiasso, el Pupi Zanetti, Jorge Julio López y un pibe desaparecido en algún lugar de la República de los colores del cielo. Me acordé de Julio y del pibe en esa oportunidad. Hasta hice un chiste negro en una exótica reunión de amigos sobre la ausencia de López a la fiesta (¡nadie lo invitó! – posterior aclaración pública de la identidad de la víctima del chiste – 0 risas – Bueno, por lo menos me acuerdo). Ahora me vengo a dar cuenta que la amante federal ha abandonado hace días su número en el circo de las sonrisas digitales. Mi tristeza no fue menor: Otra vez el Dios Raiting había hundido a un caudillo del interior.

Pienso de vez en cuando que me pongo paranoico y que soy el único, de verdad, que ve fantasmas televisivos deambulando por pasillos imaginarios. Quiero convencerme que estoy loco y poder así dormir tranquilo. Muchas veces funciona. Pregunto al aire, desesperado: ¿¡Dónde está Laurita, las mellizas Bocabella y la Tota Santillán, ex Casanova, delirante inspirador de las novelitas de la tarde!?, ¿¡dónde estará el chocolatero en cinco años!?, ¿¡!dónde está Coki?, ¿¡dónde Sofía Herrera!?.

Otras veces me pasa, sin embargo, (como éstas), lo contrario: a mis sueños llegan rostros que esperaba olvidar y me despierto agitado por la sorpresa. Todavía dormido, manoteo al aire en busca de un control remoto que me permita cambiar de canal pero me gana la tediosa marca de la realidad. Los desaparecidos se me aparecen, dispuestos a no dar un solo paso atrás. Quizás por eso la televisión le teme tanto a la imaginación. En los sueños no se puede hacer zapping.